La Argentina de la segunda mitad del siglo pasado contaba con una estructura económico-social que le permitió transitar durante varias décadas con una conformación que podría dibujarse esquemáticamente dividida en tres partes, dos pequeñas y una grande. Una de las partes mas chicas arriba, donde se ubicaban los grupos mas ricos; la mas grande en el que situaba la mayoría de la población, que aun con ingresos diferenciados entre sí poseían el rasgo común de tener acceso a trabajos registrados, salarios dignos, salud, educación, vivienda propia, con posibilidad de ser parte de una movilidad social ascendente; por último, la otra parte pequeña por debajo de la mas grande, donde estaban los sectores de menores recursos, marginados del proceso productivo, que si bien no eran pocos, constituían una minoría respecto al resto de la sociedad. Este dibujo nos distinguía de las pirámides que caracterizaban a las sociedades de la mayoría de los países de la región, aun de aquellos que tenían estructuras con algún grado de industrialización. Las transformaciones que produjo el neoliberalismo de fin de siglo y la implosión de 2001/2002, nos acercó a la conformación piramidal, mimetizándonos con el conjunto del continente al sur del Río Bravo.
La convocatoria kirchnerista a refundar la Patria en el 2003 en base al impulso de la reindustrialización, nos puso a los argentinos en la expectativa de que se podrían generar las condiciones necesarias para –por lo menos- recuperar la conformación social de las décadas anteriores a la ofensiva neoliberal. Obviamente solo podía esperarse que esto sucediera en el marco de un proceso escalonado en cuyo transcurso debían sortearse no pocas dificultades. Así fuimos hasta el año 2007 superando obstáculos no poco importantes, con avances lentos y/o rápidos según el sector del que se tratara. Pero desde ese año a la fecha, mientras que la economía en su conjunto siguió mostrando signos de vitalidad y crecimiento, el reparto de de los beneficios que produce, caen en cada sector de la pirámide en que se transformó el dibujo de nuestra sociedad, en forma inversamente proporcional a la magnitud de cada franja que la constituye. O sea que sobre el pequeño triángulo que está en la cúspide siguen lloviendo los mayores ingresos, que van disminuyendo a medida que las franjas se van haciendo mas anchas hasta llegar a la base donde sigue habitando una amplia porción de la población, a la que los beneficios del crecimiento llegan poco o nada. No es casual entonces que justamente a partir de ese año el INDEC es intervenido, produciendo desde allí en adelante informes falaces, particularmente en lo que se refiere a la evolución de los rubros que tienen que ver con la pobreza, la indigencia, o la desocupación. El relato supuestamente progresista del kirchnerismo no resiste la verdad de lo que está pasando en estas cuestiones.
Sin embargo también es innegable que el estado tiene un rol activo en la instalación de políticas compensadoras, que buscan transferir ingresos hacia los que habitan la base la pirámide. Pero es interesante recapitular de las características de estos recursos.
En primer lugar, la atención sobre los sectores mas pobres de la población, a través de las Transferencias Condicionadas de Renta (TCR) tanto en nuestro país como en el conjunto de la región, en el mejor de los casos han elevado levemente el poder adquisitivo de los que lo reciben, pero no han disminuido la inequidad. Es que no sólo el presupuesto asignado es pequeño, 1% del presupuesto aproximadamente para un 25% de la población, sino que mas allá de los papeles, las TCR no están ligadas a la creación de empleo, ni involucran una inversión en el desarrollo de capacidades para mejorar las posibilidades de acceder a trabajos dignamente remunerados. Mientras por un lado, dejan atrás parcialmente alguno de los fundamentos noventistas con los que partieron, dando pasos adelante desde la focalización hacia la universalización, -aunque ninguna plenamente, algunas se implementan con una tendencia en esa dirección (Asignación Universal por Hijo)- por otro, mantienen la esencia neoliberal asistencialista que no busca integrar, sino que consolida la exclusión. Paralelamente durante el mismo período parámetros como acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, muestran progresos para el conjunto de la población, pero en magnitudes bien diferenciadas entre los quintiles mas bajos y los mas altos, acusando éstos últimos las mejoras mas importantes. Si se incluyen también estos aspectos en la caracterización de las posibilidades para un desarrollo humano integral de cada uno de los sectores de la población –no sólo el ingreso nominal- podemos concluir que en el último lustro aumentó la brecha entre la punta y la base de la pirámide. Las mismas diferencias se observan en la inversión pública en infraestructura destinadas a mejorar el hábitat (cloacas, agua potable, pavimento, alumbrado, etc), la educación pública(nuevos establecimientos para la instalación de la doble escolaridad, equipamiento, etc), la salud (hospitales, atención primaria). Los avances se van dando en escala gradual y diferenciada, concentrando los mejores resultados en los quintiles superiores de la población, siendo leves o nulos los adelantos para el de mas bajo. En éste último también es donde se concentran los mayores porcentajes de trabajadores no registrados, sin acceso a la seguridad social, con reducidas remuneraciones que no les permiten emerger por encima de la línea de pobreza.
El modelo kirchnerista ha afianzado en esta primera década del siglo, una estructura económico-social que lejos está de avanzar hacia la recuperación de las características de la etapa anterior a la hegemonía neoliberal. Por este camino se va estabilizando un modelo que fractura la sociedad, que liquida definitivamente las expectativas de movilidad social ligadas al acceso al trabajo productivo.
Si hay un ejemplo muy claro de todo lo dicho hasta aquí -hay muchos mas, como el extendido clientelismo denunciado por Movimientos Sociales y ONGs-, es el resultado de las políticas asistencialistas que lleva adelante el gobierno nacional en Jujuy a través de la agrupación liderada por Milagro Sala. En esa provincia emblemática por los altos niveles de pobreza e indigencia, cientos de millones de pesos son destinados a construir barrios donde una pequeña fracción de los más humildes pueden tener vivenda, recreación, salud, educación, pero donde el trabajo está ligado a cientos de cooperativas para esas construcciones y a la fabricación de algunos bienes destinados a su propio consumo. Se constituyen así verdaderos guettos, que consolidan la fractura social, que separan a las víctimas de la exclusión a las que supuestamante se quiere asistir, del conjunto de la sociedad.
Desde los Movimientos Sociales en los `90 luchamos por evitar la invisibilización a que se nos quería someter a los millones de compatriotas empujados a la miseria y la marginalidad, como paso indispensable para sostener la legitimidad de nuestros derechos. La invisibilidad, que fue impedida por la movilización popular, tenía como objetivo excluirnos como sujetos de derechos, porque los que no están no tienen derechos. Las falsificaciones del INDEC buscan una nueva invisibilización mediante la negativa estadística de los altos porcentajes de argentinos pobres o indigentes que siguen existiendo en la base de la pirámide social.
Con una utilización perversa las Transferencias de Renta Condicionadas promovidas por el Estado, intentan otra vía, buscando el mismo objetivo. Los “beneficiarios” siguen siendo ciudadanos de segunda, que no están integrados a ningún circuito productivo que sea virtuoso, o pudiera llegar a serlo. Particularmente es el caso de este tipo de cooperativas para la construcción de los propios barrios, absolutamente dependientes de los recursos que les pueda transferir el Estado, con adjudicaciones manejadas con criterios clientelistas, y por lo tanto con sus derechos acotados a la decisión política del gobierno. Todo lo cual resulta en una movilidad social encerrada dentro de las manzanas que ocupa cada barrio.
Nada de esto tiene que ver con la construcción de una sociedad democrática, que promueva una distribución equitativa de la riqueza, la integración por sobre la fragmentación social, la apropiación de los derechos que nos corresponden, por encima de las dádivas y el clientelismo.
Isaac Yuyo Rudnik
Director del ISEPCi www.isepci.org.ar
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