Para ganarle las elecciones al kirchnerismo, hay que lograr más votos que este, y no estar preocupados por la ampliación de la cantidad de votantes. Roberto Battaglino
02/09/2012, por Roberto Battaglino
El
kirchnerismo impulsa el voto adolescente porque quiere aumentar su base
electoral. Esto es sin vueltas. Pero, aunque tenga esa intención
espuria, la idea implica un paso que debe analizarse en el contexto de
la ampliación de derechos, participación y ciudadanía.
Y así como muchas de las cosas que hace este gobierno tienen una motivación real oscura, dañina y tramposa, hay acciones que deben ser destacadas. También deben ser destacadas la desorientación más absoluta y la pobreza conceptual de la oposición para refutar los argumentos oficialistas.
Que un gobierno impulse una medida electoralista no es novedoso. Son escasos los antecedentes de administraciones que encaren o hayan encarado cosas sin pensar en el rédito electoral. Desde el que llena una Municipalidad o una Provincia de empleados hasta el que diseña un plan de inclusión y contención social.
Votos y votantes. Lo que la oposición y otros actores sociales tal vez debieran reflexionar es que, para ganarle las elecciones al kirchnerismo, lo que hay que hacer es juntar más votos que este, y no tratar de que haya cada vez menos cantidad de votantes.
Las cosas que se escucharon estos días para oponerse al voto adolescente han sido interesantes para desmenuzarlas, en especial porque parecen pronunciadas en un país que estuviese compuesto por ciudadanos mayores de 18 años maduros, esclarecidos, participativos, comprometidos e informados, y por adolescentes con exactamente los rasgos opuestos.
Repasemos:
Son K. La mayoría de los pibes son kirchneristas, es uno de los argumentos en contra. No está demostrado en ningún lado. Pero, si así fuera, constituye un interesantísimo desafío para el resto de las fuerzas políticas captar la atención de esa franja de la población.
Clientelismo. Son más fáciles de comprar, sostienen otros sectores en sus explicaciones. El clientelismo electoral existe en la Argentina para todas las edades, pero sólo nos ocupamos del clientelismo a los sectores de escasos recursos. Está claro que los gobiernos “compran”, o, mejor dicho, “intentan comprar” votos a cambio de alguna asistencia o prebenda a pobladores carecientes. Esta erogación suele tener un impacto escaso en las finanzas públicas, si se la compara con sobreprecios, coimas, compras por volúmenes abusivos y otras maniobras que impactan con fuerza en las arcas estatales y que terminan “comprando” el voto de sectores pudientes. El clientelismo de la pobreza no es el clientelismo más costoso en Argentina.
Imputabilidad. Algunos sostienen que si se consagra el derecho optativo al voto a partir de los 16 años, se debe bajar la edad de imputación penal de los menores. Tal vez sea mezclar bulones con manzanas. Lo importante es que se avance en derechos cívicos que fomenten la participación, de la mano de procesos formativos e inclusivos que alejen a los chicos de actividades delictivas. Por lo demás, las cárceles ya están abarrotadas de pobres. ¿La idea es llenarlas de chicos? Apuntar la investigación penal y criminal hacia otro tipo de delito ¿sigue fuera de discusión?
Diversión. Algunos llegaron a decir en estos días que “los pibes de 16 están ‘en la joda’, en los boliches”. Si nos guiáramos por estos pensadores, quizá tan iluminados como cargados de añoranzas por su juventud pérdida, deberíamos reformar el Código Nacional Electoral y prohibir la votación a toda persona que haya concurrido a un local de esparcimiento seis meses antes de una elección.
Discernimiento. Hay quienes sostienen que muchos chicos, a los 16 o 17 años, no pueden discernir a quién votar. ¿Se podrá censar cuántos ciudadanos de 18 a 80 tampoco pueden hacerlo?
Desinformación. Se repite y se repite que los adolescentes carecen de elementos de juicio para emitir su voto, que no están informados, que no les interesa demasiado la cosa pública, que no están en condiciones de alcanzar cierto nivel de convicción al emitir su voto. Este cronista l leva más de dos décadas dedicado al periodismo relacionado con temas políticos. En más de una elección le ha pasado que no tiene elementos suficientes para emitir su sufragio con convicción. Estimados lectores, ¿a alguno de ustedes le pasó alguna vez?
Madurez histórica. Hay muchos argumentos más que se escuchan, pero hay uno que se repite en redes sociales, reuniones de amigos y charlas informales: que en otras generaciones los adolescentes eran más maduros y ahora, no. Vale citar aquel relato respecto de que en las excavaciones que se hicieron en la antigua Babilonia encontraron una tabla de arcilla que decía algo así como “con esta juventud, la humanidad no tiene futuro”.
La tabla tenía más de 4.000 años.
Y así como muchas de las cosas que hace este gobierno tienen una motivación real oscura, dañina y tramposa, hay acciones que deben ser destacadas. También deben ser destacadas la desorientación más absoluta y la pobreza conceptual de la oposición para refutar los argumentos oficialistas.
Que un gobierno impulse una medida electoralista no es novedoso. Son escasos los antecedentes de administraciones que encaren o hayan encarado cosas sin pensar en el rédito electoral. Desde el que llena una Municipalidad o una Provincia de empleados hasta el que diseña un plan de inclusión y contención social.
Votos y votantes. Lo que la oposición y otros actores sociales tal vez debieran reflexionar es que, para ganarle las elecciones al kirchnerismo, lo que hay que hacer es juntar más votos que este, y no tratar de que haya cada vez menos cantidad de votantes.
Las cosas que se escucharon estos días para oponerse al voto adolescente han sido interesantes para desmenuzarlas, en especial porque parecen pronunciadas en un país que estuviese compuesto por ciudadanos mayores de 18 años maduros, esclarecidos, participativos, comprometidos e informados, y por adolescentes con exactamente los rasgos opuestos.
Repasemos:
Son K. La mayoría de los pibes son kirchneristas, es uno de los argumentos en contra. No está demostrado en ningún lado. Pero, si así fuera, constituye un interesantísimo desafío para el resto de las fuerzas políticas captar la atención de esa franja de la población.
Clientelismo. Son más fáciles de comprar, sostienen otros sectores en sus explicaciones. El clientelismo electoral existe en la Argentina para todas las edades, pero sólo nos ocupamos del clientelismo a los sectores de escasos recursos. Está claro que los gobiernos “compran”, o, mejor dicho, “intentan comprar” votos a cambio de alguna asistencia o prebenda a pobladores carecientes. Esta erogación suele tener un impacto escaso en las finanzas públicas, si se la compara con sobreprecios, coimas, compras por volúmenes abusivos y otras maniobras que impactan con fuerza en las arcas estatales y que terminan “comprando” el voto de sectores pudientes. El clientelismo de la pobreza no es el clientelismo más costoso en Argentina.
Imputabilidad. Algunos sostienen que si se consagra el derecho optativo al voto a partir de los 16 años, se debe bajar la edad de imputación penal de los menores. Tal vez sea mezclar bulones con manzanas. Lo importante es que se avance en derechos cívicos que fomenten la participación, de la mano de procesos formativos e inclusivos que alejen a los chicos de actividades delictivas. Por lo demás, las cárceles ya están abarrotadas de pobres. ¿La idea es llenarlas de chicos? Apuntar la investigación penal y criminal hacia otro tipo de delito ¿sigue fuera de discusión?
Diversión. Algunos llegaron a decir en estos días que “los pibes de 16 están ‘en la joda’, en los boliches”. Si nos guiáramos por estos pensadores, quizá tan iluminados como cargados de añoranzas por su juventud pérdida, deberíamos reformar el Código Nacional Electoral y prohibir la votación a toda persona que haya concurrido a un local de esparcimiento seis meses antes de una elección.
Discernimiento. Hay quienes sostienen que muchos chicos, a los 16 o 17 años, no pueden discernir a quién votar. ¿Se podrá censar cuántos ciudadanos de 18 a 80 tampoco pueden hacerlo?
Desinformación. Se repite y se repite que los adolescentes carecen de elementos de juicio para emitir su voto, que no están informados, que no les interesa demasiado la cosa pública, que no están en condiciones de alcanzar cierto nivel de convicción al emitir su voto. Este cronista l leva más de dos décadas dedicado al periodismo relacionado con temas políticos. En más de una elección le ha pasado que no tiene elementos suficientes para emitir su sufragio con convicción. Estimados lectores, ¿a alguno de ustedes le pasó alguna vez?
Madurez histórica. Hay muchos argumentos más que se escuchan, pero hay uno que se repite en redes sociales, reuniones de amigos y charlas informales: que en otras generaciones los adolescentes eran más maduros y ahora, no. Vale citar aquel relato respecto de que en las excavaciones que se hicieron en la antigua Babilonia encontraron una tabla de arcilla que decía algo así como “con esta juventud, la humanidad no tiene futuro”.
La tabla tenía más de 4.000 años.
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